martes, diciembre 22, 2009

Fin de año

Acabo de sentir un olor muy particular. Olor a Punta de Tralca. El comedor antes del almuerzo, pero después del desayuno.
Me dio una suerte de escalofrío y alegría.
Escribí esas líneas, y tuve que salir manejando a Rancagua, imbecile, en vez de entrar al pueblo, tome la bifurcación que rodea la ciudad, casi llego a San Fernando. Para más, era para comprar unos putos adornitos de navidad para adornar el area. Mala cosa, estaba todo ya dispuesto para el verano, en todos lados cambiaron los pinos por las piscinas, los pascueros por las terrazas y las guirnaldas por flotadores.
Tenía el presentimiento de que así sería, pues ya lo había visto en el Homecenter de Estación Central, llegamos a comprar con la Paola y la Javiera y fuimos testigos de como desmontaban rápidamente la Natividad para llenar todo de verano… y eso que aún quedaban dos semanas para el nacimiento.
Perdí todo el hilo de lo que iba a escribir.
De todas formas, creo que es buena fecha para hacer lo que todos hacen. Ese resumen del año, con lo bueno, lo malo y lo feo, con todos los pormenores mes a mes y una suerte de declaración de intenciones para el próximo año. No lo haré de copión, sino de orden de espíritu, en el sentido de que creo que debo dar más gracias que otros años.
En terminos generales y describiéndolo en una palabra, el año que se va fue un año de cambios, de esos fuertes, potentes y que hacen cambiar el rumbo de la vida. Así como un golpe de timón.
Partió extraño, con malas vibras desde el año anterior, ese dos mil ocho fue un gato negro que se atravesó mientras pasaba bajo una escalera. Renuncié a Schopdog. Puse fin a siete años. Todos muy particulares y todos con un sabor especial. El leit motive: Crecer. Crecer y cortar cadenas.
Me independicé, armé mi propio proyecto. Forma Publicidad se hizo realidady me permitió saber el valor real de las cosas. O te mueves o te caes. O cobras o te cagas de hambre. Triste la vida del emprendedor. Pero da fuerzas.
Al hacer esta jugada, reapareció el amor de la Paola, la mamá de mi hija. Fue un apoyo importante, sino fundamental, fue la arenga que me sirvió para el salto final. Volvimos en mayo, en una noche de cine Hollywoodense.
El paso siguiente fue vivir juntos, inicio de un proyecto más grande, recién en Septiembre pudimos concreter eso. La chica mudanza trajo consigo la alegría diaria de la Javiera y el abrazo pleno de la Pao.
Luego vienieron aprietes económicos y la sorpresa de un oferta para nuevamente ser apatronado. Fue un proceso corto, en un par de semanas ya estaba trabajando en Monticello Grand Casino, y el mundo de juegos y entretención se hizo parte de mi día a día. Cuando recién partí, pensé en escribir un diario del entrenamiento, pues hice pegas que nunca en mi vida había hecho, y de hecho, me enseño a valorar y tomarle el peso a esas pegas.
Fui Bartender, Garzón, Anfitrión, Asistente, lave platos, hice inventarios, ingresé stocks, conocí gente, hice turnos inhumanos (desconocidos para mi), y entendí como funcionaba este elefante.
Perdí contacto con mucha gente este año, carretié muchisimo menos que los tres anteriores, ordené en cierta forma (Forma Publicidad, Web & Comunicaciones) el rumbo (o al menos al camino clásico). Perdí rock.
La empresa finalmente se rompió, mi socio/amigo no quiso continuar con el proyecto, pues yo no podia dedicar el cien por ciento de mi tiempo. Razón suficiente y entendible. Pero el show debe continuar. Y así también Forma sigue.
Me inscribí para la marathon del próximo año. Cuarenta y dos kilómetros. Con una altimetría desgarradora y una fuerza excepcional.
Se viene la navidad. La primera en familia. O sea, en mi familia. Suena fuerte eso. Suena adulto. Suena a estar en otra parada, así de simple.