lunes, septiembre 22, 2008

Tren al Sur


Paso casi todos los días por la estación central, he visto un par de robos y violencia explícita de la gente. Veo como se agolpan para subir a la micro y luchan por obtener un codiciado asiento dentro de esa estructura andante. Veo el comercio ambulante y sus CDs tirados en la calle, que obviamente muy pocos poseen el contenido que prometen. Me doy cuenta de la abundancia de ruidos molestos, de los gritos, de los tipos que siempre te piden dinero,

de las miradas de la gente, ofensivas, intrusivas, poco agradables, del caos urbano diario que se produce en este sector,

y me dan ganas de escapar.

Me dan ganas de volver al campo donde pasé la infancia, de volver donde me crié, de volver a Pelequén Viejo,

ese pueblito de la sexta región, que no es más que una larga calle de tierra rodeada por unas 30 casitas, donde todo era paz y tranquilidad, donde todo era verde y limpio, donde todos te saludaban al pasar y donde si había que pelear, peleábamos todos juntos.

Muchas veces pienso lo mismo, volver al campo,

volver y juntarme con los amigos que dejé, aunque en uno de los casos ya sea demasiado tarde.

Gerardo Palma se llamaba, falleció el 2006, aún recuerdo cuando me llamaron al trabajo para contarme esa noticia. Yo quedé helado.

Siempre pensé ir a visitarlo un verano, de hecho siempre pensaba en ir de vacaciones al sur con amigos de santiago y pasar a verlo, porque era el único que tenía un perfil “santiaguino”,

de hecho su infancia la vivió en estos lados, creo que hasta los 14 años, ya que su madre trabajaba de nana puertas adentro, como muchas madres de campo, que se van a santiago con su pequeño hijo a trabajar a alguna casa.

Cuando volvió se trajo algunas mañas de la capital, fumaba pitos,

de hecho con el fumé mi primer pito a los 16 años (no estoy muy seguro de la edad) y por fumar pitos era considerado el drogadicto del pueblo, la mala influencia, el volao.

Cada vez que lo invitaba a mi casa veía la cara de desagrado de mis padres, y él firme se la aguantaba, aunque creo que nunca lo aceptó, él era mucho menos volao que personas que conocí después, que esos si que fuman pitos y se tiran lo primero que se pone delante de sus narices.

Recuerdo que me llamaba a Santiago a veces, me decía que me quería venir a ver, pero Gerardo fue de esas personas que yo no supe valorar,

yo pensaba que su amistad era falsa, que sólo porque habíamos vivido uno al frente del otro nos juntábamos, que había un grado de interés en su amistad, no se, cosas que pienso porque soy un weon perseguido.

Recuerdo cuando me fui a Santiago, y él estaba triste, porque casi no nos despedimos, no lo encontré importante, la verdad es que nunca valoré su amistad.

Me despedí de otros amigos, con hechos casi simbólicos, dejando un vaso de cerveza a medio tomar para decirles que volvería a terminar ese vaso (así de cursi). Y de Gerardo ni me acordé,

hasta que lo vi afuera de la casa, a un costado del portón, y me dijo: ¿No te vay a despedir weon?,

yo descolocado, le dije que obvio y le di un mal abrazo, le dije que no se preocupara, que estaría viniendo seguido a juntarme con todos. Y fue así, un tiempo por lo menos, aproximadamente un año.

El siempre estaba ahí, siempre estaba con una cerveza y con uno que otro pito, fue un tiempo que nos juntamos más, podíamos estar sentados en una piedra afuera de su casa tomando cerveza y ver como la gente pasaba, y reírnos, conversar mucho y reírnos. Yo ya vivía en Santiago, y las veces que nos juntábamos me daba lo mismo lo que opinara la demás gente del pueblo, que me vieran tomando unas cervezas con el volao del pueblo, que otro amigos me dijeran que no me juntara tanto con él, que la gente comenzaba a hablar cosas, pero me daba lo mismo, carreteaba con él, me quedaba hasta tarde en su casa, lo invitaba a carretes y realmente lo pasábamos bien. Hasta que de un día para otro dejé de ir.

Mi familia se vino a Santiago también, y no volví al campo durante un buen tiempo.

Gerardo me llamaba al celular, yo al poco tiempo salí de la universidad y comencé a trabajar. Se aburrió de invitarme a su casa, se aburrió de pedirme que lo invitara a Santiago. Con el ruido y las luces de Santiago, me olvidé de mis amigos del campo, volví sólo una vez, creo que el año 2003, y ahí vi a Gerardo, no le avisé que iría al campo, de hecho no lo pasé a ver, me junté con mis otros amigos, hasta que el llegó a la casa donde estábamos tomando, estaba más flaco, y más triste. Se paseaba con un perro San Bernardo, que fue un regalo que le devolvió una polola que él quería mucho y que ella lo patió. Conversamos muy poco, él estaba triste, callado, yo no quise averiguar más, sólo quería pasarlo bien y besar a una amiga de la infancia. Así que no lo pesqué.

Y él igual al otro día me fue a dejar al bus, de todos mis amigos fue sólo él y mi amiga. Y ahí lo valoré, por primera vez, y desde ese momento pensé en ir a verlo algún día, juntar a mis amigos de santiago, a mis grandes amigos de la universidad, a otros “volaos” igual que Gerardo o que yo, y armar el tremendo carrete en su casa, decirle que es importante y que no es que yo no lo valoré, sino que soy un pajero de mierda que me da flojera agarrar el tren e ir a Pelequén.

Y pasaron los veranos, y no lo llamé, nunca cumplí la promesa que me hice aquél día, hasta que me llamó mi hermano a la oficina ese invierno del 2006. Y me dice que Gerardo se mató.

Que lo agarró el tren.

Yo recuerdo que en ese momento el tiempo se paralizó, y no supe qué pensar, ese mismo día era el funeral y me di cuenta lo fácil que habría sido verlo. Me fui a la hora de almuerzo y llegué antes de la 4 de la tarde, a las 6 era la ceremonia.

Solo estaba yo con mi hermano en la puerta de la iglesia, estuvimos esas 2 horas mirando a cualquier lado, y pensando porque se mató Gerardo.

Y de repente la iglesia se llenó, vi un montón de gente trasladar el féretro de Gerardo, vi un montón de amigos y de conocidos que me saludaban,

en un momento hasta parecía una fiesta,

una alegría de ver a tanta gente conocida y el cariño que me brindaban.

Hasta que vi a Oscar, el primo de Gerardo, que lloraba desconsolado, después supe que él lo vio morir, porque cuando llegaron a la línea del tren Gerardo aún estaba con vida, destrozado pero con vida.

Quise hablarle.

Pero en un momento fue tan grande su pena que se desmayo,

y yo que caminaba hacía él quede paralizado. Ahí fue cuando me encontré frente a frente con la mamá de Gerardo, una mujer muy cariñosa, muy buena con todos, y muy buena con su hijo. Nos vimos y ella lloraba, a mí me dio la peor vergüenza que he sentido en mi vida, me sentí culpable de los años que no lo visité, de que nunca le dije que él era importante, que todo se podía arreglar, que era uno de los mejores amigos que había tenido.

Y la madre de Gerardo se me acercó, llorando me abrazó y me repetía: Gerardo te quería tanto, Gerardo te quería tanto, ¿Por qué no lo venías a ver?, él te quería tanto.

Y yo sólo le contestaba: Yo también y le prometo que siempre pensaba venir a verlo, se lo prometo.

Yo me quiero morir, él me cuidaba, él conversaba conmigo, él era mi único amigo, yo me quiero morir, repetía mientras se la llevaban, pero ella no soltaba mis manos.

Él era bueno, ¿por qué le pasó esto?, él era bueno.

Si, el era muy bueno, usted tiene que estar tranquilita, él era muy bueno. Le alcancé a decir antes que sus familiares me la quitaran por completo.

Después del entierro me quedé un rato sólo en el cementerio, miraba donde fue enterrado el cuerpo de Gerardo, como la gente lloraba y le dejaba flores, y en ese momento, rodeado por el aroma a eucaliptos del campo, le pedí disculpas.

Le pedí disculpas por llegar tan tarde a verlo,

le pedí disculpas y le dije lo importante que había sido para mí.

Le prometí que volvería a verlo.

3 comentarios:

chechollanes dijo...

Bueno, la presentación oficial de esta pseudo sección la haré una vez que hayan más visitas.
De todas formas en este comentario Davicho, te agradezco tres cosas fundamentales:
1.- Abrir la pluma y expresar lo que quieras
2.- Inaugurar esta nueva etapa de letrasgroseras.blogspot.com
3.- Decir con tus palabras, lo que quizás nunca hubiese podido escribir tan certeramente acerca de mis propias putas promesas no cumplidas.

Un abrazo.-

Unknown dijo...

Cuando empecé a leer "Tren al Sur" me llamó la atención que tuviera otra tipografía pero no lo relacioné a nada en especial. De repente pensé en que podrías habilitar un link o algo para que tus amigos o los que quisieran pudieran escribir así como lo haces tú. En ningún momento relacioné Pelequén con el Davicho (aunque hubiera sido obvio)hasta que leí quien lo escribió.
Me parece muy buena iniciativa.
Slds,

Anibal dijo...

que wena!!!! me gusto esto de la democracia en la web... jajajajaja

Sencillo... pero nos recuerda lo peor de nosotros mismos y nuestra incapacidad a veces permanente de no cumplir nuestras promesas... gran historia la del amigo.... espero no se vuelva a repetir..
saludos